AUDIMA

jueves, 6 de mayo de 2021

Tratamiento no farmacológico del dolor

 

Mindfulness en el tratamiento del dolor 

El mindfulness, de raíces milenarias, está alcanzando mucha popularidad en los últimos años. La aplicación de esta terapia en dolor crónico comenzó en los años 80. El modelo de tratamiento fue conocido como mindfulness, basado en la reducción del estrés, y ha sido incorporado paulatinamente a las intervenciones en dolor crónico.1

El mindfulness (o atención plena) puede considerarse una filosofía de vida que incluye la práctica de la meditación, entendiendo la meditación como una actividad intelectual en la que se busca lograr un estado de atención centralizada en un pensamiento o sentimiento (felicidad, tranquilidad, armonía), un objeto (una piedra), la concentración propiamente dicha, o algún elemento de la percepción (los latidos del corazón, la respiración, el calor corporal, etc.). Este estado se recrea en el momento presente y pretende liberar la mente de pensamientos nocivos.

Practicar mindfulness significa creer que eso va servir para mejorar la calidad de vida en ciertos aspectos, pero no implica necesariamente creencias religiosas o espirituales. Es por eso que con frecuencia se utiliza el término Mindfulness para hablar sobre una especie de meditación basada en los principios de la ciencia. Una versión sistematizada y “aconfesional” de la meditación, capaz de ser moldeada por los descubrimientos científicos.1,2

Una investigación publicada en la revista Journal of Internal Medicine reveló que practicar media hora de mindfulness diaria alivia los síntomas de trastornos como la depresión o la ansiedad. Además, descubrieron que la meditación centrada (procedente de la práctica budista de concentración en el presente y ausencia de juicios de valor) podía tener efectos positivos en la percepción del dolor. Los resultados fueron validados incluso controlando el efecto placebo. Se reportó que el incremento del bienestar perduró hasta medio año.1,2

Se busca desarrollar la habilidad para estar conectado de modo flexible con lo que está pasando en el presente. Para que la conexión se produzca, el sujeto debe tener una actitud de aceptación de los contenidos mentales negativos asociados al dolor, con lo cual se espera minimizar las respuestas automáticas de afrontamiento.3

La práctica de la atención plena permite a la persona percatarse de que sus pensamientos y sentimientos son transitorios, siempre cambiantes y frecuentemente orientados ya sea al pasado (recuerdos negativos) o al futuro (preocupaciones), con el grado de estrés que eso involucra. El reenfocarse en la experiencia inmediata es lo que facilita contactarse con la calma del presente, sin quedar atrapados en pensamientos y sentimientos negativos. De esta forma se puede reducir el componente afectivo-cognitivo que amplifica la experiencia del dolor.3

Los métodos del mindfulness incluyen:

  • Meditación basada en la respiración
  • Meditación basada en el cuerpo (escáner corporal)
  • Caminar basado en la meditación
  • De forma complementaria se usan ejercicios de yoga para mejorar la conciencia del cuerpo, la resistencia y flexibilidad corporal. 

El programa de mindfulness basado en la reducción del estrés, tiene un formato grupal y se realiza en ocho sesiones de dos horas cada una. Este programa se cierra con una sesión de día completo intensiva. 3

En la actualidad se dispone de la información de metaanálisis respecto a la efectividad de las terapias basadas en mindfulness para dolor crónico, siendo sus resultados generalmente favorables. Estos estudios señalan que este tipo de intervención disminuye los síntomas de dolor, el estrés emocional y las visitas a servicios de salud primaria3