Ayudando a clientes/usuarios/alumnos difíciles (con desapego y compasión)
Originalmente escrito para el "Institute of Organizational Mindfulness" y adaptado aquí.
Comienza a prestar mucha atención a cómo atiendes al (tu) público, puedes notar cosas que no te gustan mucho, como la poca atención que las otras personas prestan. Es fácil sentirse frustrado, por eso estas dos habilidades son ingredientes clave:
Prueba algunas:
El concepto de "no apego" no significa que no te importe lo que haces o que no estés emocionalmente involucrado en tu servicio. Es el entender de que cuando lo prestas, estás involucrado en algo más grande que tú. El verdadero servicio consciente significa que actúas de acuerdo con las necesidades del momento sin requerir que las cosas salgan como esperabas. Debes mantener un equilibrio entre preocuparte mucho por los demás (y por ti mismo), y luego soltar eliminando por completo tus propias expectativas de la ecuación.
El servicio es un intercambio de energía entre las personas (emocional, físico, lo que sea), pero este intercambio no siempre se verá de la manera que tu deseas. Las personas no escucharán, no seguirán tu guía, no serán amables, pero recuerda que un prestador de servicios atento no requiere cumplimiento para estar satisfecho con el intercambio. Para aportar valor a los demás (y a ti mismo), solo necesitas presentarte con nada más que con la voluntad de estar atento a sus necesidades y algunas intenciones positivas.
Trae esta mentalidad a una situación y los habrás servido a tu máximo potencial. Y a quien sea que estés atendiendo recibirá la calidad de tu energía de la forma en que ellos más capaces sean en ese momento. Ni más ni menos.
Y aplica algo de compasión: así, las habilidades de escucha de alguien pueden no ser cómodas o agradables para ti. O tal vez ellos sean los impacientes contigo. Pero es el estado mental de otra persona una gran amenaza para tu bienestar? ¿O la amenaza es solo una paja mental que te está dando vueltas en la mente de que en realidad no te valoran lo suficiente?
De todos modos, si alguna vez investigas por qué están distraídos o malhumorados, la respuesta siempre es:
1. Están sufriendo de alguna manera. Cualquier cosa que preocupe a alguien y lo haga desconsiderado con los demás es el resultado del miedo y la tristeza del momento presente en sus vidas o una acumulación de traumas pasados.
2. Estás sufriendo de alguna manera. El mismo trato: cierta acumulación de dolor pasado ha hecho que el comportamiento neutral de alguien, que no pretendía hacerte daño, parezca hostil o amenazante.
Ya sea por el sufrimiento de los demás o por su propio sufrimiento o ambos simultáneamente, la respuesta al comportamiento que te molesta siempre puede ser amabilidad y compasión. Aunque puede ser difícil hacerlo pues de alguna manera ya estás cargado emocionalmente, el antídoto para este sentimiento es solo observar lo que está sucediendo (con los demás y contigo) con interés y gratitud.
¿Gratitud? Bueno, qué mejor regalo podrías recibir que la exposición de algo en ti que necesita ser curado y la oportunidad de tal vez incluso ayudar a otra alma sufridora en el camino?
"La meditación se refiere a expandir la capacidad de habitar el presente y por tanto vivir con plenitud y en el cuerpo, porque la mitad del tiempo estamos en la cabeza y no en el cuerpo".
Este artículo ha sido escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
Entre las tribus del Natal, en Sudáfrica, el saludo más común es Sawubona.
Significa literalmente “te veo, eres importante para mí y te valoro”. Es una forma de visibilizar al otro, de aceptarlo tal y como es con sus virtudes, matices y también con sus defectos. En respuesta a este saludo, las personas suelen responder «shikoba», entonces yo existo para ti.
Natal fue una de las cuatro provincias originales de Sudáfrica, y en ella se incluía el Bantustán de KwaZulu o tierra de los zulúes. La mayoría de cosas que sabemos sobre esta región y su gente se remonta sin duda a la guerra con Gran Bretaña a finales del siglo XIX. Sin embargo, a veces los libros de historia nos camuflan, relegan o prescinden de ese legado cultural, humano y filosófico tan interesante que se arraigan en estos pueblos africanos.
Sawubona: toda mi atención está contigo, te veo a ti y me permito descubrir tus necesidades, atisbar tus miedos, profundizar en tus errores y aceptarlos. Te acepto por como eres y eres parte de mí.
Por curioso que nos parezca, el término sawubona, adquirió trascendencia en los años 90 gracias a un libro de ingeniería y organizaciones inteligentes de Peter Sengue, profesor de la Universidad de Stanford, hablaba de los zulúes y de su magnífica forma de interaccionar y gestionar los problemas entre ellos. Si llegaron a ser una de las civilizaciones más poderosas del continente africano no fue por casualidad.
Sawubona simbolizaba la importancia de dirigir la propia atención en la otra persona.Era entender su realidad sin prejuicios, descalzos de rencores. Era ser consciente de las necesidades ajenas para dar visibilidad al individuo dentro del grupo, integrarlo como una pieza de valor en la propia comunidad…
Sawubona: te veo en toda tu realidad
En nuestra cultura occidental el saludo más común es sin duda el recurrido «hola, cómo estas!». La mayoría expresamos estas tres palabras de forma rauda y sin esperar una respuesta. Es una entradilla a una conversación, es ese rápido y ajustado saludo con el que quedar bien pero terminar rápido. Rara vez nos miramos a los ojos. Porque la vida apremia, nos empuja y nos proyecta más a las propias necesidades que a escudriñar otras miradas para intuir necesidades reales.
El pueblo zulú promovía la necesidad de ver al otro de forma consciente y pausada. Buscaba ese instante donde mantener un contacto visual relajado donde mirar y ver. Donde sentir y escuchar. Donde abrazar el alma del otro, aunque esta albergara rincones oscuros, heridas y actos que le exigían algún tipo de reparación por parte de la comunidad.
Sawubona es esa palabra donde hacer llegar al otro nuestra confianza, es visibilizarlo y enfatizar que nuestra atención está con él. Es hacerle llegar nuestro deseo auténtico por entenderle, por ver sus necesidades, deseos,miedos, tristezas, bellezas y virtudes. Porque… ¿A quién no le gustaría ser visto de este modo?Pocas cosas son tan enriquecedoras como visibilizar al otro, como darle un espacio, presencia, relevancia en nuestro corazón e importancia dentro del grupo, del hogar, de la comunidad u organización.
Hay quien encuentra cierta semejanza entre el término sawubona con el namasté del idioma hindi. Más que saludos son reverencias y un modo de iluminar a la otra persona comunicando almas, voluntades y reciprocidades. Hay una belleza inmensa en estos gestos tan ajenos a nuestro mundo, hay algo curativo y hasta catártico que puede servirnos de inspiración en nuestro día a día.
Veámoslo a continuación.
«Shikoba», me siento aliviado al saber que existo para ti
Cuando alguien de la comunidad zulú cometía un acto poco adecuado, errado u ofensivo, se requería su presencia en el centro del poblado. Sus vecinos, amigos y familia hacían un círculo donde la persona en cuestión debía colocarse justo en el centro. Tras ello, y durante dos días, se dirigían hasta él con el saludo sawubona, con la famosa reverencia para después, empezar a recordarle sus buenos actos, sus virtudes, sus aciertos del pasado y todas sus cualidades.
Para el pueblo de Natal y la comunidad zulú, al igual que para Rousseau, ningún hombre nacía malvado. En ocasiones, acontecen crisis y desequilibrios que nos alejan de ese centro de bondad natural.El propósito con esas reuniones era recordarle a esa persona el camino de retorno a la nobleza. Debían mostrarle a su vez lo importante de su presencia para el resto de integrantes del poblado. La finalidad era ensalzarlo, darle visibilidad para que volviera sus pasos hacia el sendero del bien, de la armonía y laalegría.
Así, y cada vez que un miembro de la comunidad se dirigía a él con la palabra sawubona, el otro debía responder con el término «shikoba». Esta expresión generaba alivio a la vez que felicidad, porque quien en un principio podía haberse sentido alejado del grupo por sus malos actos, ahora tenía la oportunidad de volver. Se le concedía un espacio, relevancia y cercanía.Era el momento de empezar de nuevo.
Los zulúes mantienen la idea de que los seres humanos existen solo si los demás los ven y los aceptan.Es la comunidad quien hace a la persona. Por tanto, nada puede ser más satisfactorio que ser perdonado tras un error, que dejar ese espacio de soledad donde se habita tras un acto desacertado [...] para retornar a la comunidad, a la comunión del grupo sabiéndose visible, querido y aceptado.
Aprendamos por tanto de esta tribu africana. Aprendamos a «ver», a prestar atención a los nuestros tal y como enuncia el saludo sawubona: te veo, te acepto tal y como eres.
Seamos capaces de percibir necesidades, perdonar errores y de favorecer la cohesión en cada uno de nuestros escenarios sociales.
La creatividad es la gran aliada de la transformación porque, gracias a ella, somos capaces de
disolver y superar los miedos y los bloqueos
Vivimos en un período de crisis que nos invita a la reflexión, a reevaluar dónde hemos puesto nuestras prioridades. Estamos expuestos a vivir muchas situaciones inesperadas y que se producen de repente. Otras las vemos venir pero, cuando nos llegan, tocamos fondo, nos desconciertan, nos rompen. Nos sentimos azotados por despidos, enfermedades, accidentes, separaciones, muertes repentinas y un sinfín de hechos que provocan malestar, conflicto, dolor y rabia. Nos apresuramos a buscar culpables para proyectar en ellos nuestras penas y rabia. Esta crisis es una invitación a innovar. Hemos de reinventarnos para sobrevivir y para llevar a nuestras familias, y a la civilización, hacia adelante. La crisis nos ofrece la oportunidad y la responsabilidad de cambiar conscientemente. Toma el timón de tu vida
El último libro que he publicado: Creatividad para reinventar tu vida. Reflexiones sobre el cambio, la intuición y la alquimia espi (RBA-Integral), ofrece pautas para
tener el poder creativo en tus manos.
Para dejar de ser un náufrago a merced
de las corrientes, las olas y el viento, y
llevar el timón de tu vida.
Las corrientes son las situaciones que
has vivido y han dejado huella en ti en
forma de cicatrices, de relaciones que
hay que cerrar, de aspectos que has de
reconciliar en ti, de hábitos que te dominan. Son las corrientes subterráneas
que se mueven en tu interior y provocan inquietud, desasosiego y angustia.
Las olas son las múltiples influencias que
ejercen presión sobre ti: de personas, situaciones, trabajos, etc.
Los vientos son los condicionamientos
culturales, religiosos, sociales, económicos, políticos, laborales... Estos vientos
entran en nuestra casa interior y condicionan nuestras decisiones y acciones.
Si no sujetamos firmemente el timón
de nuestra vida, las corrientes, las olas y
los vientos seguirán dominándonos. Este
libro te ofrece pautas para descubrir cuál
es tu timón, cómo asirlo fuerte y dejar
que guíe tu vida, además de ayudarte a
escuchar la intuición, tu tutor interior
que estimula la verdadera creatividad.
La creatividad es la capacidad de crear,
inventar, innovar, introducir, comunicar,
transmitir, recrear, combinar, asociar, proyectar, visualizar, canalizar, expresar y
transformar.
Tú puedes ser más creativo
La creatividad es un medio
para transmitir nuestras motivaciones e
intenciones. La creatividad es la gran aliada de la
transformación. En el proceso de la
transformación aparecen miedos, resistencias y bloqueos. Con creatividad los
vences, los disuelves y los superas. Salir de
la rutina, mejorar una relación o reinventarse son algunos de los beneficios que
nos aporta el hecho de ser creativo.
La rutina mata al alma, es como un veneno lento. En la rutina pierdes la motivación. Aquello que antes te apasionaba,
ahora ya es rutinario, y te sientes atrapado por tu propia realidad. La rutina
te tira hacia abajo, y cuando te planteas
un cambio, enseguida desistes, ya que la
rutina consume tu energía.
Con creatividad puedes salirte de zonas
de confort y del conformismo. Con ella
trasciendes límites y superas creencias
negativas y limitadoras. La tragedia está,
según nos dicen los Upanishads, en el
miedo a perder las limitaciones. Necesitamos este empuje para superar el miedo y lanzarnos. Necesitamos una creatividad que abra. Que abra los ojos para
ver y darse cuenta. Que abra los corazones cerrados para sentir y ser. Que abra
las mentes para comprender. Que abra,
para que los seres reprimidos expresen
su potencial sin temores. Es una creatividad que surge de la curiosidad, la observación y el descubrimiento. Aprendes
a inspirarte y valoras la belleza.
Necesitamos una creatividad que nos
lleve a encontrar los vínculos necesarios
para ayudarnos como seres humanos a
crear una realidad mejor para todos. Una
creatividad que sea generosa y nos impulse a pasar de una cultura del aferramiento a una cultura del agradecimiento
y de la generosidad. Que haga circular
otra energía en el sistema humano, en los
pensamientos y sentimientos, en la mente,
el intelecto, la memoria y el corazón. Es
una energía facilitadora de la transformación positiva. Es sanadora y creadora
de un nuevo paradigma. Ofrece espacio
para ser, para existir y para dejar ser.
En un mundo donde parece que somos
creativos destruyendo, debemos ser capaces de salir de esa inercia para construir.
La salud personal, la salud del planeta y
la salud de la humanidad dependen de
que todos trabajemos creativamente.
Con esta creatividad pasaremos de un
ego-sistema a un eco-sistema. En el egosistema, todo es acerca del yo y el mío:
¿qué puedo obtener o controlar? ¿Cómo
tener más poder? En el ego-sistema hemos
perdido la confianza y la generosidad.
En el eco-sistema es todo acerca de
nosotros. Mientras sigamos teniendo el
ego-sistema como cultura, tendremos
serios problemas que cuestionarán nuestra supervivencia y prevalecerá la cultura
de la avaricia y la violencia
El encuentro con el otro completa una parte esencial de nuestras vidas. Eso no implica olvidar la propia identidad ni tener que estar pensando siempre en agradar.
Miriam Subirana
13 SEP 2015 - 00:00 CEST
La sociedad de consumo ha creado el imperio de la caducidad. Esto se ha trasladado a las relaciones. No solo los productos caducan, algunas relaciones también. Han desaparecido los referentes de nuestras certezas y nos invade la incertidumbre. Hay quien teme establecer relaciones duraderas. Porque los vínculos son frágiles y parece que dependen solo de los beneficios que generan. Son relaciones efímeras, sin compromiso. Satisfacen puntualmente ciertas necesidades. Son relaciones de desconocimiento mutuo y de uno mismo.
Vuestro mal amor a vosotros mismos hace de vuestra soledad una cárcel
Friedrich Nietzsche
Hombres y mujeres se desesperan para relacionarse, ya que se sienten fácilmente “descartables” y abandonados a manejarse con sus propios recursos. Estamos ávidos de encontrar la seguridad que nos ofrece la unión, de encontrar con quien contar en momentos difíciles y de relacionarnos con alguien para huir de la soledad. Al mismo tiempo desconfiamos de que la relación dure. O que se convierta en una jaula que limite nuestra libertad. La idea está cargada de atracción y amenaza al mismo tiempo.
En este espacio podemos sanar traumas pasados y despertar la ligereza y espontaneidad del ser. Estar atento nos puede ayudar para darnos cuenta de lo que cobra vida a través del intercambio con los otros. El problema está en que inhibimos esta chispa por nuestras creencias, normas interiorizadas y temores. Nos domina el miedo a quedarnos privados de amor, a ser abandonados. Y en ese miedo la espontaneidad no tiene oportunidad de manifestarse, e incluso uno acaba convirtiéndose en una marioneta, tratando de quedar siempre bien, por miedo al rechazo.
Cuando disipamos estas inhibiciones y temores, se da la resonancia, la sintonía, la armonía, lo que Piaget denomina el élan y para Jung es la corriente. A la indagación apreciativa la denominamos el núcleo positivo, y para Schellenbaum es la energía vital. Esta se libera en el espacio relacional, del yo con el otro. Cuando se da, uno siente una fuerza ascendente, un impulso que le lleva hacia delante. Sin embargo, estas experiencias de energía vital “no modifican en nada la existencia”, afirma Schellenbaum, “a menos que no se truequen en una sensación vital nueva y fundamental, que penetre en todos y cada uno de nuestros pensamientos y acciones”.
Cultivar emociones positivas
Nos abre a los demás y a una vida más plena. Nos enfocamos en lo que funciona y lo hacemos crecer, y nos centramos en lo que nos da vida. También es necesario saber gestionar el sufrimiento para que no sea devastador y no permitir que ciertas personas o relaciones tóxicas contaminen nuestros espacios internos. Cuando esto ocurre, empezamos a hacer suposiciones y a pensar mal, sembrando desconfianza. Se abre la puerta a la negatividad y al malestar. En esos casos preste atención a no alimentar las suposiciones negativas ni a sacar conclusiones de todo precipitadamente. Tenga la valentía de preguntar, aclarar y expresar lo que quiere. Fomente una buena comunicación, así evitará los malentendidos, las tristezas y los dramas.
Para ello es bueno expresar lo mejor de sí mismo. Recuerde cómo se sentía cuando estuvo en un momento vital pleno. Intente revivirlo. En ese estado, uno es creativo e intuitivo. Barbara Fredrickson define el florecimiento como el sentirnos plenamente vivos, ser creativos y resilientes (capaces de sobreponerse a la adversidad), y sentir que crecemos y tenemos un impacto positivo en nuestro entorno. Cuando estamos abiertos a recibir, brotan nuestros impulsos creativos y se manifiesta nuestro potencial.
Para lograrlo, Fredrickson recomienda: ser conscientes de que la sinceridad importa en nuestros intercambios. Encontremos y vivamos el sentido positivo con mayor frecuencia en la experiencia diaria. La amabilidad cuenta, enfocarse en los demás y en cómo pueden crear una diferencia. Vivamos con pasión y démonos permiso para jugar.
Desafortunadamente cargamos heridas que nos llevan a establecer relaciones en las que, en lugar de impulso creador y vitalidad, hay control y estancamiento. Nos enredamos yendo por senderos en los que el amor resulta un problema sin solución. Entramos en juegos complejos yendo al encuentro de la otra persona, con la intención de satisfacer la necesidad de un amor que parece que perdimos o se nos escapó. Juegos que nos dejan con una insatisfacción constante, frustrados, deprimidos, desesperados, solos y exhaustos, y nos provocan sentimientos de culpa, de inadecuación y de impotencia.
Vamos al encuentro del otro con ese bagaje y con la esperanza de obtener su energía y la llave para abrirnos a la vitalidad esencial. Al no satisfacerse nuestras expectativas, sentimos rechazo, le hacemos sentir culpable y finalmente le abandonamos. Estos juegos, que Schellenbaum denomina los juegos del amor, nos encierran en un círculo vicioso que merman nuestra capacidad de dar y recibir y nuestra autoestima. Si queremos encarnar todo nuestro potencial, es importante no darle vueltas a recuerdos dolorosos, a revivir heridas pasadas, a seguir pisando nuestras huellas traumáticas. Al revivir viejos recuerdos determinamos cómo estamos y lo que creamos no nos revitaliza.
Para saber más
Libros
Afortunado el hombre que no es. Jiddu Krishnamurti
Los cuatro acuerdos: una guía práctica para la libertad personal. Miguel Ruiz
Positividad. Barbara Fredrickson
La herida de los no amados. Peter Schellenbaum
Para lograr vivificar nuestra existencia en todos sus aspectos, mental, emocional, espiritual y corporal, es importante prestar atención a qué preguntas nos planteamos. Cuando, por ejemplo, me pregunto: ¿me aman lo suficiente? La respuesta casi siempre será que no. Al plantear esta pregunta incorrecta entro en respuestas que merman mi capacidad de ir al encuentro del otro con espontaneidad, revivo recuerdos que abren mi herida de no haber sido suficientemente amada y entra de nuevo la desesperación, la sensación de no valer y el rechazo al otro que no me ama bastante. Y para tapar mi herida lo justifico con que “otra vez es el hombre o la mujer equivocada”.
Sugiero aplicar la indagación apreciativa en la que aprendemos a recuperar recuerdos de experiencias vitales significativas, vivencias de superación y plenitud, para abrirnos a ver y vivir lo que realmente anhelamos. Con esa apertura estamos dispuestos a vivir un presente en el que podemos crear las condiciones para florecer en las relaciones. Puede preguntarse: ¿qué aprendió de esa situación?, ¿qué le aportó y qué aportó usted a la relación?, ¿dónde encontró su fuerza para avanzar?, ¿qué hay en su interior que le impulsa hacia delante? Si la situación ideal estuviera ocurriendo, ¿qué estaría pasando?, ¿cómo estaría usted?, ¿qué haría diferente? No piense en lo que deberían hacer los demás. ¿Qué haría usted para crear las condiciones en las que su energía fluya? ¿Cómo se expresa su personalidad en su mejor forma, cuando se muestra pletórico y se siente rebosante de vitalidad?
Nuestros procesos vitales se activan en la medida en que establecemos relaciones. De todas maneras, debemos prestar atención a cómo las realizamos, ya que, a falta de amor, algunos se lanzan de cabeza al amor al prójimo por su propio placer. Ayudan desde su necesidad de reconocimiento, renuncian a sí mismos y pretenden librarse de la presión de una existencia carente de amor propio.
El amor estalla en nuestra vida en cuanto desaparece nuestra resistencia contra él.
Peter Schellenbaum
El conocimiento de uno mismo facilita el proceso de pasar del miedo a ir al encuentro del otro de una forma más abierta, tolerante y relajada. Conocerse implica salir de la sensación de autoabandono en el que uno se ha alejado de su propio ser. Nos preocupa tanto la opinión exterior, dedicamos tanta energía a complacer a los otros, que abandonamos el cultivo del amor propio, curativo y sanador. En la tradición judeocristiana se ha ido creando un temor al amor propio por no caer en la esclavitud del yo, del egocentrismo. En cambio en el budismo no existe la liberación por factores ajenos, sino la autoliberación. Es a través del amor propio y de la compasión como uno se libera de la esclavitud del yo.
Para conocerse a uno mismo es necesario darse espacios en los que uno no tenga nada planificado, para estar disponible a lo que emerja de dentro y de fuera. Verse en su interior exige un esfuerzo de introspección. Comunicarse con uno mismo es el primer paso para armonizar cualquier malestar. Obsérvese: qué le pasa, cómo se siente, quién gobierna su mente. Puede preguntarse: ¿qué sucede conmigo cuando no rechazo la soledad y la pasividad como algo inapropiado, sino que permito un espacio para estar conmigo? ¿Qué ocurriría en mi vida si me reservo algunas zonas libres de obligaciones, que permitan un vacío en el cual pueda escucharme y pueda aflorar lo que quiere nacer en mí? ¿Qué se generaría en mí si me guardo algunos espacios en blanco en la agenda, para estar disponible? Disponible para mí y para lo que quiera manifestarse en mi vida. Permitiéndonos esto, “despertamos de la hipnosis social, que nos ha hecho confundir el tejido de nuestras obligaciones con la vida en sí misma”, como dijo el filósofo británico Allan Watts.